La rueda del destino VIII

Cinco días después, seguían de Luna de Miel.

Era sábado, Sofía tomaba un té en el balcón mientras Álex leía. Aún no habían hablado de la ruptura, los dos evitaban el tema.

Cada mañana, sólo abrir los ojos, le preguntaba si era el Álex del 2021. No sabía cuánto duraría esta situación.

-Podríamos hacer un viaje a algún lugar lejano -dice ella-.

-No podemos alterar el pasado -pasa una página de la revista- mira lo que pasó con Ángel. Desconocemos si hemos cambiado algo más.

-Podemos tirar atrás en el tiempo.

-Cierto -ella le había explicado que, si te matas, regresas al día anterior- pero, entonces, no sabremos si el futuro (nuestro presente) ha sido cambiado a mejor o peor. Igual, al meter a Ángel entre rejas, lo hemos alterado a mejor, quién sabe.

-Si te despiertas y no estoy ¿Volverás?

-Claro -deja la publicación encima la mesa- Pero, si despiertas tú, prométeme que no regresarás. Estoy aquí para que vuelvas, me da igual lo que me pase.

-No. Acordamos regresar juntos. Si no estás, entraré de nuevo para buscarte.

Sofía pasa la mano por debajo de la camiseta de Álex para acariciarle los abdominales.

-Si sigues, tendré que llevarte de nuevo a la habitación.

-¿A qué esperas?

Corre con ella en brazos y la deposita sobre la cama.

No paran de besarse y mientras la desviste, rompe la camiseta sin querer.

-Oye, es mi camiseta favorita de Star Trek.

Álex ríe.

-Prometo comprarte otra.

Sin esperar, se pone encima de ella y entra en su interior. Sofía profiere un fuerte grito de placer.

-Adoro la veracidad de este sueño -dice él contemplándola-.

No se mueve y ella se impacienta, por lo que, menea sus caderas invitándolo a continuar, pero, Álex le toca el sexo mientras deja que lleve el ritmo.

Poco a poco, va subiendo la velocidad de los movimientos hasta que se abandona a la catarsis del éxtasis, él la sigue poco después y se sienta a su lado.

-Realmente, no quiero volver -dice Sofía-.

-Debemos hacerlo -indica él- creo que sólo tenemos dos opciones.

-¿Cuáles son? -ella se incorpora de la cama-.

-¿Qué día despertaste aquí?

-El 1 de febrero del 2016, fue cuando nos mudamos juntos.

-Podemos volver atrás hasta ese momento y seguir retrocediendo a ver qué pasa o quedarnos en este punto y continuar avanzando hasta llegar al presente.

-Si vamos hacía el 2021, quizás uno de los dos muera o se despierte solo.

-Elijamos el pasado -dice Álex- siempre podemos intentar ir hacía el presente, sino funciona -la mira- debemos hacer algo para salir de esta situación ¿Cómo te mataste?

– Tirándome del terrado.

-Te arriesgaste mucho. Este edificio no es muy alto y podrías haber seguido viva con lesiones importantes.

-Entonces, será mejor buscar un lugar más elevado.

-¿Qué te parece el edificio dónde trabajo?

-Creo que es perfecto.


Estamos en el borde de la azotea. Miro a Álex y noto por el sudor de su mano que está tan nervioso como yo.

Se acerca a mí y me besa.

-Te quiero.

-Yo también.

Nos dejamos caer al vacío.


Despierto abrazada a él.

Muevo enérgicamente su cara y Álex despierta gritando.

-¿Eres…? -empiezo a decir-.

-Sí -contesta- ¿Qué día debe ser?

Paso por encima suyo y llego al móvil. Suspiro cuando veo la pantalla.

-¿Qué? -pregunta-.

-Lo hemos conseguido -digo cogiendo sus mejillas- es 5 de marzo.

Nos besamos apasionadamente. Pero, una duda acude a mi mente.

-¿Piensas que si morimos sin vivir el día que dejamos, alteraremos algo?

-Difícilmente -me acaricia el pelo- quedan por saltar treinta y tres veces.

-¿No tenemos que hacerlo todo seguido, no? -toco su pecho desnudo-.

-Creo que podemos ir haciendo descansos para recobrar el ánimo.

Reímos y volvemos a hacer el amor como dos recién enamorados.

Lo observo dormido.

Es curioso que sea una de las pocas mujeres que conozco que lo ven hermoso. Será, que lo siento tal cual es su alma. Como le conté a Yolanda cuando me dijo que podía aspirar a más. ¿Por qué debería? Es un buen hombre y no necesito nada más.

La fastidié bien fastidiada por mi absurda idea de vivir en el futuro cuando debería haber estado en el presente. Tantas discusiones y tanta complicación, cuando tenía la felicidad plena al alcance de mi mano.

-Lo siento -dice despertándose-.

-¿Por qué?

-Por todo lo que te hice pasar el último año de nuestra relación.

Me saltan las lágrimas y se incorpora de la cama.

-No es que no quiera tener hijos. Simplemente, hemos estado centrados en ascender profesionalmente, por lo que, no hemos podido disfrutar de nuestra relación, por eso, antes de formar nuestra familia, quería que hiciéramos un buen viaje, nos sentáramos a ver una puesta de sol en una playa desconocida, fuéramos a ver las obras de teatro que más nos gustan o incluso, pasáramos un fin de semana en un ático de lujo con jacuzzi.

-Álex, quien la ha cagado he sido yo, debería haber tenido más paciencia, haberte escuchado y, sobre todo, no haberme obcecado en la idea de los niños -pongo mi frente contra la suya- pensé que no deseabas continuar andando conmigo, cuando, realmente, querías que gozásemos el camino. Si volvemos, haremos todo lo que dices.

-¿Qué hacemos si al despertar no estamos juntos? -me pregunta él-.

-Quedemos siempre en la puerta de tu trabajo. Si no estamos cómo máximo a las 19h, es que ha pasado algo grave y debemos buscarnos. Tenemos los móviles, pero, nunca se sabe. Es mejor aprendernos los números de memoria.


Continuamos saltando.

Algunas veces, aparecíamos en sitios diferentes, pero, siempre seguimos la norma que nos habíamos impuesto y proseguimos en nuestro empeño.

Por fin, abrí los ojos en casa de mis padres y supe que estábamos en el día cero de nuestro experimento.

Sin querer oír a mi madre, me vestí y corrí a coger un autobús al centro.

Cuando llegué, él ya estaba en la puerta esperando.

Vino hacía mí y nos besamos.

-¿Nerviosa? -me pasó el brazo por encima del hombro-.

-Estoy aterrada.

-Todo puede ser que despertemos en la fiesta de Toni -me anima-.

-Eso sería casi de lo mejor que nos podría pasar -acaricio su cara- nada está seguro en este sueño.

Llegamos por enésima vez al borde del edificio.

-Abrázame -le digo-.

Pasa los brazos alrededor mío y poso mis labios en los suyos.

-¿Lista? -susurra a mi oído.

Asiento.

Nos precipitamos a lo desconocido.


Oigo chillidos y pitidos de máquinas, entorno los ojos y me encuentro con mis padres dándome la mano. Me siento horriblemente mareada, no puedo respirar.

Atisbo una chica rubia vestida de enfermera que me intenta poner una mascarilla. Me resisto y la aparto, pero, no puedo coger aire y finalmente, consigue colocármela.

Miro a mi madre rogando con los ojos.

-Cariño, llevas meses en coma. Es un milagro que hayas despertado.

Quiero preguntarle por Álex, sin embargo, no logro que las palabras salgan de mi boca. Hago señas para que me traigan algo para escribir.

Mi padre me acerca el periódico y un boli; anoto su nombre como puedo junto un interrogante.

-¿Álex? ¿Quién es Álex? -dice mi madre extrañada-.

Noto mi corazón empezando a latir desesperadamente y cómo la máquina del pulso se vuelve loca.

Entra un médico seguido de varias enfermeras y me ponen algo en la vía.

-Tranquilízate, han sido demasiadas emociones.

Mis párpados se cierran.

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