Sin decir nada I

– Te presento a Adrián.

Pero, ella ya le conocía.

Años les separaban de la última mágica noche en que se vieron. No podía ser que fuera el mejor amigo de su casi nueva pareja.

Giró lentamente y ahí estaba, mirándola sin sorprenderse. Lógico, debía haber visto alguna foto suya con David.

No atinó a decir nada, él tampoco se movió.

– ¿ Ya le conocías?- dijo David rompiendo el hielo-.

– Sí, fuimos amigos hace mucho tiempo- Adrián rió; tenía que huir- si me disculpáis, iré a aprovecharme de tu piscina antes de la boda.

Aún temblaba mientras se ponía el bikini y sentía la suave brisa de la ventana sobre su cuerpo como si fueran las manos de él.

No había podido olvidar aquella última vez. De vez en cuando, suspiraba y soñaba con que se repetía y nunca terminaba.

Se zambulló en la profunda agua azul; dejó que el silencio la invadiera, pero, no podía dejar de pensar en que tenía un largo día por delante y que intentaría evitarlo el máximo posible.

Estaba sola en el invernadero, oía las risas y murmullos de los invitados afuera. Aún tenía una hora antes de empezar a arreglarse, así que se tumbó encima la toalla y cerró los ojos.

– Estás igual que siempre -esa voz…abrió los ojos de golpe y lo vio frente a ella con esa sonrisa burlona que tanto había echado de menos- ¿Así que amigos? Vaya, vaya…

– Pensaba decírselo después de la boda, antes no me pareció el momento.

– Te guardaré el secreto hasta las doce.

– Tú tan majo como siempre -se incorporó de la toalla y lo apartó para pasar; él le agarró el brazo-.

– ¿No estabas casada? ¿ Ya se ha cansado de tus historias y te ha dejado?

– No, Adrián. Murió hace ocho años- se apartó de él- supongo que podremos evitarnos el resto del día, te lo pido por favor.

Se fue antes que él pudiera decir nada.

Le había tocado una de las mejores habitaciones de la casa, era lo que tenía estar empezando una relación con el hermano de la novia y propietario del lugar.

Salió a la terraza y David le sonrió mientras le saludaba desde el altar montado para la ceremonia.

Era tan buena persona y de veras intentaba enamorarse de él, pero, no podía. Habían estado meses de amigos yendo a fiestas, al cine, a tomar copas y a mil sitios juntos, pero, era incapaz de sentir lo que él sentía por ella.

La razón de todo hizo su aparición por una esquina del jardín y le miró. Ella sonrió a David y volvió adentro de la habitación.

Sí, la jornada sería eterna.

 

Una respuesta a “Sin decir nada I

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  1. Una verdadera pena; cuando quieres llenar los vacíos de la soledad con decisiones que a la larga (salvo un milagro) te desgarran el alma. Solo pienso que la soledad no es mala compañera y que lo forzado nunca llega a buen destino. Pero seguramente, nos tendrás una sorpresa en la 2da. parte. Un abrazo.

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